El desenfrenado impulso de comprar regalos para toda la familia, especialmente a los niños, Jesús no dio barbies ni carritos electrónicos a los más pequeños. No los perdones padre que ellos si saben lo que hacen.
La increíble capacidad de cenar pavo, chancho, paneton, chocolate, pan, vino, etc. Todo eso en una hora donde normalmente estamos durmiendo, esta comida si que revienta el colesterol, los triglicéridos y la glucosa.
La insoportable sensación de paz y amor de esta fecha, seamos claros, cuantas familias dialogan, conversan o por lo menos comentan sobre el verdadero significado de la navidad en la “cena”.
La impasable publicidad
que idolatra al dios consumismo, pero que desesperante es ver televisión en
diciembre.
El inmediato aumento de
las tarifas en los taxis a cualquier parte de la ciudad, estimados taxistas la mayoría
de trabajadores no recibe gratificación.
El espantoso trafico del
centro de Trujillo, es la única temporada del año donde esta hermosa ciudad
supera a Lima en este tema.
Las hipócritas chocolatadas
de navidad para los “niños pobres”, es asombroso como en estas semanas nos
brota una solidaridad tan natural. Como si ellos solo necesitaran de nuestra
bondad en diciembre.
Lo imposible que resulta
caminar tranquilo por las calles históricas de mi bella ciudad, tanta cantidad
de gente zombi de la película residencia evil inyectada por el virus “compra”.
Tener obligatoriamente tu
nacimiento y arbolito de navidad bien adornado y puesto en la sala de tu casa.
Hasta ahora la misma iglesia católica cuestiona si Dios mando a su único hijo
para que naciera en un pesebre junto a vacas y ovejas.
La lamentable confirmación
que la Navidad dejo de ser ese espacio de reflexión y gozo por Jesucristo, para
convertirse en un paradigma del consumismo y la “Modernidad”.