viernes, 30 de septiembre de 2011

Quien mato a Walter Oyarce

A Walter, lo empezamos a matar todos los peruanos cuando creemos falsamente que una barra brava llena de delincuentes es lo más normal del mundo en el futbol.
A Walter, comenzaron a asesinarlo los dirigentes deportivos que mantienen, contratan como seguridad y regalan entradas a una trinchera norte o comando sur en un partido de futbol porque creen que es requisito indispensable para que se le denomine un espectáculo.
El joven Oyarce, empezó a morir cuando pobres diablos, hijitos de papá, con dinero, buena educación, tarjetas de crédito y familias influyentes creen que son los dueños del país. Tanto, que hasta se largan a pasear a Estados Unidos dizque a reflexionar el error cometido.
Walter, el hincha aliancista, inicio su camino hacia la muerte cuando el estúpido alcalde del distrito de ATE manifiesto que el estadio monumental nunca tuvo licencia.
Walter, el chico jodido y bailarín, moría cada vez que un “empresario” llamado Jaques Levi, dueño de Gremco, cree que todos los peruanos somos una sarta de idiotas cuando entrega una sola cinta a destiempo en un estadio que tiene 4 cámaras internas con un zoom de hasta 500 metros.
Walter, el joven risueño y chacotero, fallecía  siempre que una barra brava cree que el futbol es una guerra y el estadio un campo de batalla, donde los verdaderos hinchas y aficionados al futbol son un simple numero, una estadística que los lunes pueden aparecer en las crónicas policiales de los diarios.
Finalmente a Walter Oyarce lo asesinaron el “Loco David” y toda su pandilla, pero realmente aun no terminamos de matarlo y lo haremos si no se castiga a los culpables y permitimos que esto vuelva a suceder.
Paola Vargas Ortiz, quien murió tras ser empujada por barristas de la U de una coaster en octubre del 2009, esta junto a Walter en el cielo observando si los peruanos terminamos de matarlos o le damos aquello que pocas veces se practica en el país: Justicia.

martes, 27 de septiembre de 2011

Muerte a los violadores

Escribo estas líneas con el odio entre las manos, trato que mi rencor no se desangre y estos párrafos no terminen convirtiéndose en una apología hacia la pena de muerte. Pero no puedo contenerme, la impotencia ya se apodero de mis dedos y lo que viene a continuación es mi bilis dando su opinión.
Matar a un violador de niños que luego los asesina no es atentar contra los derechos humanos, es eliminar para siempre a un despojo de excremento que se hace llamar persona, es devolverle a la miseria humana sus retoños, es disminuir la posibilidad que tu hija o hijo sea la próxima víctima.
Mandar al infierno a un violador no es un acto de injusticia, es regresarlo al lugar de donde nunca debió haber salido. Al fin y al cabo en ese lugar  se va sentir como en casa.
Ultimar al violador es ya una redundancia, porque estos seres  mueren cada momento que arrancan el candor de una indefensa criatura, cada vez que con su lujuriosa y maldita perversión quitan lo único que un infante no podrá recuperar nunca, su inocencia.
Desaparecer al violador de este mundo no lograra que se cometan menos violaciones pero si garantizara que ese montón de mierda vuelva a violar, vuelva a cometer sus indeseables acciones en contra de las personas más indefensas del mundo, es decir los niños y las niñas, y peor aun de sus propios hijos e hijas.
Si la mayoría de violaciones se da en el seno familiar, que maten a mi hermano, que asesinen a mi primo, que ultimen al tío, que le pongan inyección letal al abuelo.
Este libelo va para ti Elvis Egoavil Julcarima, quien violo a su hija de 7 meses con un cepillo de dientes en Satipo. Ya sabes engendro aquí tienes un enemigo declarado, alguien que no dudara un segundo en darte  lo que la “civilización” se niega a entregarte: La muerte.

viernes, 2 de septiembre de 2011

El estilo Humala

Ya no tenemos un  presidente que habla hasta por los codos, el de ahora solo postea cada cierto tiempo dos o tres renglones a través de su cuenta de  Twitter para “comunicarse”, es un decir, con su pueblo.
Se termino la época en que el primer mandatario tenia por tradición bailar ese merengue de Celia Cruz, llamado la “Vida es un carnaval”, convertido en canción oficial de cualquier inauguración que el gobernante  acompañaba con sendos bailes del teteo. El hoy inquilino de Palacio no es un gran bailarín, es más sospecho que va evitar hacer eso cada vez que pueda,  porque sabe que podría hacer el ridículo y le tiene más miedo a eso que ha gobernar mal.
Ya no veremos al primer mandatario desenfundado su galantería bonapartista cada vez que una Cheesman, Saba  o demás guapas socialites peruanas tengan el gran error de  encontrarse con él en una fiesta oficial del estado peruano. Nuestro primer funcionario público  actual parece que es ratón de un solo hueco, a no ser que algún Hildedrandt descubra un nuevo Federico Danton que  seguramente  se llamaría Isaac.
Y es una verdadera pena, que se hayan acabado los deslices verbales a los que nos tenia acostumbrado el anterior presidente, ha hecho bien Pedro Salinas en resumir todo eso en muy recomendable libro titulado “Alanadas”. Que trabajito le espera a la real academia española para acuñar esta palabrita y darle un significado respetable. Contrario a esto el nuevo inquilino de la casa de Pizarro lee muy bien los discursos.
En conclusión Alan y Humala no solo son diferentes ideológicamente. Sino, como hemos repasado en esta pequeña columna, ambos tienen gestos y estilos de gobernar muy distintos.
Ojala que en estos 5 años de nuevo gobierno ambos personajes no terminen pareciéndose tanto que ya no podamos distinguirlos.