martes, 27 de septiembre de 2011

Muerte a los violadores

Escribo estas líneas con el odio entre las manos, trato que mi rencor no se desangre y estos párrafos no terminen convirtiéndose en una apología hacia la pena de muerte. Pero no puedo contenerme, la impotencia ya se apodero de mis dedos y lo que viene a continuación es mi bilis dando su opinión.
Matar a un violador de niños que luego los asesina no es atentar contra los derechos humanos, es eliminar para siempre a un despojo de excremento que se hace llamar persona, es devolverle a la miseria humana sus retoños, es disminuir la posibilidad que tu hija o hijo sea la próxima víctima.
Mandar al infierno a un violador no es un acto de injusticia, es regresarlo al lugar de donde nunca debió haber salido. Al fin y al cabo en ese lugar  se va sentir como en casa.
Ultimar al violador es ya una redundancia, porque estos seres  mueren cada momento que arrancan el candor de una indefensa criatura, cada vez que con su lujuriosa y maldita perversión quitan lo único que un infante no podrá recuperar nunca, su inocencia.
Desaparecer al violador de este mundo no lograra que se cometan menos violaciones pero si garantizara que ese montón de mierda vuelva a violar, vuelva a cometer sus indeseables acciones en contra de las personas más indefensas del mundo, es decir los niños y las niñas, y peor aun de sus propios hijos e hijas.
Si la mayoría de violaciones se da en el seno familiar, que maten a mi hermano, que asesinen a mi primo, que ultimen al tío, que le pongan inyección letal al abuelo.
Este libelo va para ti Elvis Egoavil Julcarima, quien violo a su hija de 7 meses con un cepillo de dientes en Satipo. Ya sabes engendro aquí tienes un enemigo declarado, alguien que no dudara un segundo en darte  lo que la “civilización” se niega a entregarte: La muerte.

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