Vender libros en el Perú
es un acto de fe, es una especie de capitalismo ilustrado donde si podría
adorar al dios mercado, pero vender “Un Mundo para Julius” autografiado por
Alfredo Bryce Echenique, por el solo hecho que no tenía para comer, es una
nueva falta capital, es sencillamente un pecado intelectual.
Este oprobioso insulto a
la literatura peruana ocurrió en la universidad quizás por el año 2007, ya que
como todo buen estudiante siempre fui misio, y me las arreglaba para “pavear”
(dícese de aquellos hambrientos comensales que esperaban el cierre del comedor
de la UNT para entrar y devorarse todo lo que encontraban, si es que quedaba
algo), casi todos los días al salir de clases.
Los miserables 50 soles
que me entrego mi amigo Dany, quien hoy todavía vende libros en la esquina de
las avenidas Juan Pablo II y Jesús de Nazaret en Trujillo, me sirvieron para
alquilarme un terno para mi primera entrevista de trabajo en una conocida
agroindustrial ubicada en el hermoso distrito de Casa Grande, por supuesto que
ingrese a trabajar pero jamás recupere el libro.
El otro inmisericorde
golpe a la cultura, esta vez periodística, lo realice un año antes es decir el
2006. Un gran periodista trujillano me regalo la primera edición autografiada del
libro de entrevistas “Cambio de palabras” de mi admirado Cesar Hildebrandt
Perez Treviño, este ejemplar era atesorado cual joya de la corona británica por
mi persona, pero al no tener completo el pago del alquiler de mi cuarto tuve
que rematarlo en salvadores 40 soles, que impidieron que me botaran
literalmente a la calle.
Hoy, para mi tranquilidad
o quizás suerte, tanto Cesar como Alfredo siguen vivos, y espero tenerlos al
frente más temprano que tarde para pedirles sus autógrafos y dedicatorias en
los mismos libros que ahora jamás serán vendidos, pero en realidad esa es la justificación
perfecta para poder tomar un café con ellos y conversar sobre mis pecados
intelectuales.
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